¿Quién cuida a las que cuidan?
Emociona ver, a propósito del Día de la Madre, la cantidad de homenajes a las madres o a aquellas mujeres que han cumplido el rol de mamá en la vida de muchas personas. El amor de una madre a sus hijos es de los más grandes y poderosos del mundo: amor sublime, inabordable, que lo inunda todo y tiene el poder de aplacar cualquier dificultad, obstáculo o agobio.
No todas las maternidades son iguales y por esta razón me parece preciso visibilizar a aquellas que han dejado por completo su individualidad y libertad, para convertirse en una madre cuidadora. Cuidar es “ocuparse de una persona que requiere de algún tipo de atención o asistencia, estando pendiente de sus necesidades y proporcionándole lo necesario para que se encuentre en buen estado”.
Especialmente destaco a las madres que cuidan a un hijo enfermo de cáncer. He sido testigo de cuántas madres, sin cuestionamiento, dejan todo atrás para dedicarse 100% al cuidado del hijo enfermo. Con total dedicación y generosidad, abandonan su identidad y su independencia, postergando su vida laboral, sus sentimientos y sus redes. Muchas veces esto implica cambiarse a vivir a otra ciudad o región, dejando atrás parejas y otros hijos.
En ellas conviven el dolor de ver a un hijo enfermo, junto con la culpa del abandono a los otros hijos. Esta combinación muchas veces deja cicatrices profundas que son difíciles de sanar.
Ser mamá cuidadora muchas veces implica no cuidar de sí misma en un cien por ciento. Es postergarse por una entrega sin límites, que no permite dudas, titubeos ni pataletas.
No podemos obviar que Chile avanzó sustancialmente con la Ley Sanna, que es un seguro obligatorio para madres y padres trabajadores, que tienen niños y jóvenes afectados por una condición grave de salud, para que puedan ausentarse de su trabajo durante un tiempo determinado, con el fin de cuidarlos y acompañarlos durante su tratamiento y enfermedad. Pero, de todas formas, existe una brecha inmensa para abordar la salud mental, la soledad, los ingresos y cuidados de esas madres que viven para cuidar.
Por ahora, no queda más que rendirles un homenaje, visibilizar sus dolores y su valentía, y también hacer un llamado al entorno de estas mujeres para apoyarlas, escucharlas, regalonearlas y contenerlas. Hoy, más que nunca, alguien debe cuidar a aquellas madres que viven para cuidar.