Cuando un hijo o hija se enferma de cáncer, lo normal es que tanto los pacientes como sus familias estén completamente concentrados en superar la enfermedad. Es comprensible que no se piense en los efectos secundarios de los tratamientos. Sin embargo, la alta toxicidad de algunos de ellos, como la quimioterapia y la radioterapia, tiene consecuencias a largo plazo que, sobre todo en pacientes que aún son niños, niñas y adolescentes, suelen pasar desapercibidas. Una de ellas son los problemas de fertilidad. En el mundo, al menos uno de cada tres sobrevivientes de cáncer infantil presenta problemas de infertilidad, los cuales van desde un grado leve hasta la imposibilidad de ser padres en el futuro.
Derek Cerda (30), es uno de ellos. Le diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda cuando tenía 13 años. Le realizaron quimioterapia. En ese momento nadie le planteó que podía quedar infértil. A los 25 años y luego de mucho tiempo de intentar ser papá, le diagnosticaron una infertilidad, probablemente a causa del tratamiento contra el cáncer. “Seguramente en ese momento la prioridad de los doctores era salvarme, por lo que nadie me planteó la opción de hacer algo para tratar la infertilidad”, dice.
Actualmente, gracias a los protocolos médicos y a los apoyos de la sociedad civil, la sobrevida de los pacientes pediátricos con cáncer ha llegado a una cifra cercana al 80%, lo que ha significado un gran avance. Sin embargo, como explica la doctora Marcela Zubieta, presidenta de la Fundación Nuestros Hijos, “un alto porcentaje de ellos queda con algún grado de alteración de su fertilidad o, en el peor de los casos, con infertilidad. Ello se da especialmente en los casos de cánceres testiculares u ováricos en que se ha tenido que irradiar la zona pélvica”, explica. Y agrega: “El mayor problema es la radiación y algunos quimioterápicos, especialmente los alquilantes. También la radiación es muy dañina para este aspecto”.
En enero de este año se aprobó la Ley de Olvido Oncológico, un gran paso en el objetivo de mejorar la calidad de vida de los sobrevivientes de cáncer, ya que impide que las personas que hayan superado la enfermedad, sean discriminadas por empresas al momento de contratar servicios financieros. Sin embargo, según la doctora Zubieta, aún falta mucho que avanzar en otras consecuencias que genera esta enfermedad, por ejemplo en garantizarles a los pacientes el derecho a la maternidad o paternidad.
Para resguardar la posibilidad de ser padres, se debe actuar antes del inicio del tratamiento oncológico, lo cual compite con otras urgencias que se dan en el contexto de la enfermedad del paciente. Sin embargo, en otros países más desarrollados, este es un tema que se plantea en la primera consulta, de manera que se aprovechen las oportunidades que el mismo tratamiento contra el cáncer admite.
La propuesta
“Es esencial que el equipo médico informe a los pacientes sobre los posibles efectos secundarios de los tratamientos oncológicos, incluyendo la infertilidad. La información temprana permite tomar decisiones informadas sobre la preservación de la fertilidad”, dice Marcela.
Por eso que desde Fundación Nuestros Hijos y el Centro de Reproducción Humana de la Universidad de Valparaíso han desarrollado un proyecto que busca hacer un llamado a las autoridades para que consideren tres propuestas al respecto: La primera es que el equipo médico siempre debe hablar sobre posibles problemas de fertilidad que puedan ocurrir, antes de comenzar cualquier tratamiento oncológico. La segunda es que los padres de niños o niñas diagnosticados con cáncer que están interesados en preservar la fertilidad de sus hijos o hijas, así como también los pacientes adultos, deben ser derivados a un especialista en reproducción. Por último, proponen generar alternativas de financiamiento público de forma permanente para este tipo de prestaciones, en particular para pacientes en edad reproductiva, niños y adolescentes.
Afortunadamente, existen varias opciones para preservar la fertilidad en pacientes oncológicos. “Por ejemplo, obtener tejido ovárico o testicular en un solo tiempo quirúrgico aprovechando la instalación del catéter venoso central que es el dispositivo que permite las infusiones de quimioterapia en el caso de los niños y niñas. O en el caso de adolescentes –de quienes ya se puede obtener espermios u óvulos– preservar estos tejidos de células gonadales con la técnica de criopreservación”, explica la doctora Marcela Zubieta.
“A los 12 años me diagnosticaron Linfoma de Hodgkin, Etapa 3. Recuerdo que en ese momento me dijeron que era probable que, a raíz de la quimio y la radioterapia quedara infértil, por lo que crecí con la angustia de que no iba a ser mamá, dice Jeniffer, hoy de 32 años. Luego agrega, “en ningún momento se me planteó alguna alternativa de, por ejemplo, poder guardar óvulos, pienso que por la edad que tenía para nadie fue tema”. Jeniffer, que al igual que Derek que fue acogida por la Fundación Nuestros Hijos durante su enfermedad, si bien a los 28 años logró embarazarse de manera natural, lamentablemente lo perdió y luego tuvo tres pérdidas más. Prácticamente por un milagro logró ser madre a los 30 años.
“Lo que ocurre es que la preservación de la fertilidad es un tema complejo, por eso es necesario que lo abordemos como sociedad para que naturalicemos el hablar de esto, y que eso se traduzca en que los equipos médicos informen y ofrezcan soluciones antes del comienzo del tratamiento contra el cáncer. Sólo de esta manera se puede efectuar estrategias que permitan que en el futuro estos pacientes tengan la opción de ser madres o padres biológicos”, cierra la doctora Marcela Zubieta.